Sunday, October 01, 2006

A POCOS DIAS DE LA CONVENCION

Por Ariadna Sánchez

La situación actual de enfrentamiento visible de posiciones políticas y proyectos de nación nos obliga, más que nunca, a tener claras las razones, los objetivos, los medios y las metas que pretendemos alcanzar con esta Resistencia Civil Pacífica y Creativa.

No nos es permitido ya, desde hace semanas, el permanecer callados antes los cuestionamientos obvios de los ignorantes e indiferentes. Pero el torbellino de desinformación aunado a lo alejados que realmente estamos del ojo del huracán nos impide ver con toda claridad las aristas de estos mundos paralelos, que son precisamente nuestros puntos de referencia.

Es imprescindible atender nuestro entorno inmediato. No podemos resolver los problemas de pobreza, marginación, migración, educación, etc., como problemas nacionales. Ni siquiera está a nuestro alcance resolverlos localmente. Como bien dijo un amigo poeta: no hablen de atacar, no hablen de erradicar, no hablen de combatir, hablen de crear y proponer.

Precisamente en este rubro es que debe actuar nuestra convicción: proponer y crear apoyados en el proyecto alternativo de nación que Andres Manuel López Obrador algún día llevará a cabo en todo México.

No vamos a cambiar el mundo. Pero si vamos a mostrar lo que perdieron aquellos que se sienten felices porque FECAL se quedó con la silla.

Más o menos en este tono de reflexiones es la siguiente cita que hago de una de las columnas de La Jornada, que el día de hoy miércoles 13 de septiembre.

Luis Linares ZapataParalelas inconexas

La coalición Por el Bien de Todos busca, mientras tanto, y de manera por demás imaginativa y afanosa, darse una carta de ruta, un programa de acción que solidifique el deseo de muchos miles, millones, por recobrar la oportunidad que otros pocos trampearon. Quiere emprender la aventura de rencauzar sus instituciones extraviadas. Precisamente aquellas que rigen y deberían posibilitar la convivencia democrática. Pero no sólo esas, sino algunas adicionales que ya no responden al objetivo para el que fueron hechas: el bienestar de la gente. La coalición ha decidido emprender, como imperativo moral, la limpieza del ámbito público, corrupto y manoseado por los intereses de los pocos privilegiados. El trayecto será sin duda largo, azaroso, pero la recompensa entrevista lo vale. En ese camino avanzan, no sin las dificultades inherentes, los futuros convencionistas.
Sus rivales no cejarán tampoco en levantar obstáculos visibles, algunos hasta vistosos, hacerles el vacío informativo y comunicacional.
Apuntar múltiples, sonoras incoherencias, muchas falsas y otras reales, será la consigna. El denuesto de los planteamientos y de las directrices que se diseñarán será la constante.
Se recargarán en la falta de institucionalidad del movimiento para conducir sus asuntos, para recoger las demandas populares, para plantearlas ante la autoridad competente.
La búsqueda de contradicciones seguirá a cada paso dado y el liderazgo mesiánico, caciquil, será el motejo que acompañará al dirigente escogido. Todo eso ya sucede. Nada se inventa aquí de manera gratuita.
Se afirmará, de manera tajante, impositiva y de arrogante corte académico que los convencionistas quieren volver al pasado, que intentan reditar el trasnochado nacionalismo de épocas ya superadas para justificar sus llamados a la unidad que todo lo perdona, que todo lo subsume.
Los contrastes se harán frente a aquellos que se ciñen al estado de derecho y que respetan las normas establecidas sin que puedan, por más que tratan, disimular la ramplona mojigatería aderezada con enormes complicidades que llevan en sus repletos bolsillos.
Saldrán a relucir las incitaciones gratuitas a la violencia, a la anarquía de la que son adherentes irredentos, de plegarse a los mandatos inapelables del guía iluminado, el secuestrador de las conciencias y las voluntades del populacho.
Nada de lo que pueda usarse dejará de ser utilizado por aquellos que se sentirán amenazados por la voluntad organizada de los que siempre han perdido.
La resistencia popular es la oportunidad, por no decir la única, que se tiene para protegerse contra las ambiciones sin fondo de los poderosos que trampearon la débil normalidad democrática.
De esos que evitaron, a costa de poner en riesgo la tranquilidad y la paz colectiva, que triunfara la opción de izquierda reivindicadora. Se aseguraron, por todos los medios disponibles, incluyendo, claro está, los ilegales, de que no llegara a la Presidencia el indeseado para esos pocos.
No hay en los balances del poder establecido de la República los controles requeridos para estropear los muchos planes de saqueo que se vienen frotando entre avarientas y desmesuradas manos los contratistas de la riqueza colectiva.
Sólo la resistencia pacífica, diversificada, regional, interrelacionada con el Congreso, con presidencias municipales y gubernaturas, podrá soportar el peso destructor de una institucionalidad deformada y al servicio de aquellos que las vienen usufructuando a capricho.

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